sábado, 28 de febrero de 2009

Ritmo

El ritmo era la constante de su vida. Recordaba perfectamente que el ritmo le acompañaba desde el mismo día de su nacimiento. En la sala de partos, la máquina que monitorizaba los latidos de su madre sonaba al compás. Inlcuso después, en la incubadora, esos pequeños pitidos lo hacían siguiendo un ritmo determinado.

Ya en el colegio, los maestros se veían en la obligación de ponerlo de pie, en una esquina, para evitar que con los crayones aporreara el pupitre al ritmo de melodías que fluían en su cabeza. En el instituto eso se convirtió en expulsiones, y en viajes al despacho del director, en los cuales descubrió que las baldosas sueltas del pasillo servían, cuando las pisaba, para componer piezas antiguas, tan antiguas como las paredes del edificio donde estaban, un antiguo hospital de la guerra civil.

A lo largo de su vida, todo se reducía al ritmo. Los estudios, el trabajo, sus amistades, sus relaciones, el sexo, vivir en una palabra, respondía a una sucesión de golpes rítmicos, en los que alguno podría buscar la batuta de un ser superior que estuviera dirigiendo la serenata de su existencia.

Aunque el ritmo estaba en su vida desde el día de su nacimiento, no se acercó al mundo de la música hasta los dieciseis años. En aquella banda de metal, con aquellas canciones que hablaban de Valhallas y dioses nórdicos, pero con acné, desarrolló sus innatas aptitudes para tocar el bajo y la batería, llegando a eclipsar al resto de sacos de hormonas con camisetas de Blind Guardian que tenía como compañeros. Un día que fue al local a ensayar encontró sus instrumentos en la puerta, y al intentar abrir estaba cerrada. El oía a sus compañeros tocar, así que sacó la llave, pero habían cambiado el bombín. Llamó a su padre para que viniera con el coche a ayudarle a cargar la batería, se puso su bajo al hombro, y comenzó a andar hacia su casa, observando el baile acompasado de las luces de los semáforos.

En los años siguientes recorrió varias bandas de la ciudad, leyó a Aristóteles y su melodía de las esferas, y descubrió los psicotrópicos. Desde el primer subidón supo que aquello era lo que siempre había buscado. Bajo los efectos de la droga, el ritmo que siempre había estado en su cabeza se apoderaba de cada uno de sus sentidos, y la música se trasformaba en luces, en impulsos eléctricos que recorrían cada milímetro de su cuerpo, y él mismo se convertía en ritmo. Sentía como morían sus neuronas, pero no le importaba, ya que lo hacían siguiendo un patrón temporal perfecto.

Encontró una banda, una banda que había hecho del ritmo su razón de existir. Las canciones no tenían letra, y si la tenían respondía a mensajes incoherentes, palabras inconexas cuya única finalidad era que sonaran bien, como si de un instrumento más se tratara. No importaba el idioma, sólo que su sonoridad fuera acorde al ritmo de las melodías. Sintió que había encontrado su lugar en los escenarios, que su búsqueda vital había sido productiva, y que el gran director de la pieza de su vida le había asignado su lugar correcto dentro de la orquesta.

Aquella noche se sentía efervescente. Todo estaba preparado, nada podía salir mal. Ella estaba en una de las primeras filas, la chica de los zapatos rojos de tacón, la que hacía música al caminar, o eso a él le parecía. Subió al escenario con decisión, con la determinación de conquistar al público, conquistarla a ella, conquistar al ritmo que se apoderaba de él. Comenzaron el repertorio, y la música, los psicotrópicos, las luces del local, el humo de los cigarros, y las voces de la gente hicieron el resto. Pero algo fallaba, algo no andaba bien, y él se dio cuenta. Por algun extraño motivo, el ritmo, presente desde antes de nacer, no estaba. Al comenzar el cuarto tema, abrió con decisión la pequeña caja de cartón que estaba junto a la batería electrónica, sacó la pistola, la metió en su boca, y apretó el gatillo. La sangre cayó proyectada sobre los bombos de la batería, y su cuerpo al caer golpeó en uno de los platillos. Su cabeza golpeó el suelo firmemente, provocando un ruido seco que atravesó la sala.Fue su mejor interpretación. Nadie supo de donde sacó la pistola.

Nadie supo de donde sacó la pistola.

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